Ningún hombre puede tener el derecho de imponer a otro hombre una
obligación no escogida, un deber no recompensado o un servicio
involuntario.
El argumento de la intimidación es una confesión de impotencia intelectual. Los hombres sólo pueden tratar entre sí de dos formas. Armas o Lógica.
Fuerza o Persuasión. Aquellos que saben que no pueden ganar utilizando
la lógica, siempre han acabado por recurrir a las armas.
Cuando se advierta que para producir se necesita obtener
autorización de quienes no producen nada; cuando se compruebe que el
dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando se perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más
que por el trabajo, y que las leyes no protegen contra ellos, sino,
por el contrario son ellos los que están protegidos; cuando
se repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en
un autosacrificio, entonces se podrá, afirmar sin temor a equivocarse, que la sociedad está condenada.