Sólo hay una cosa peor que tener
muchísimo trabajo. Es no tener nada que hacer.
No
tener nada que hacer en el trabajo causa una sensación de angustia. No sólo porque se
pierde el tiempo entre bostezo y estiramiento
sino porque además se convierte en un elemento de bloqueo vital.
Hay estudios que demuestran
que el aburrimiento puede ser causa de errores
graves porque la mente se bloquea y el cerebro se desconecta.
Sin embargo, ¿hay algo de encantador en el hastío?... un poco pasa pero si el
hartazgo y el bostezo se convierten en rutina, el problema ya se incluye en la
categoría de grave. Sufrir una sensación de hastío durante ocho horas diarias
no es, en absoluto, recomendable.
Si se tiene en cuenta que pasamos trabajando tres cuartas partes de la
vida, aburrirse en el puesto laboral
significa que me aburro durante la mayor parte de mi vida.
Ante
esta situación, no caben demasiadas soluciones. Evitar el tedio, en cualquier
caso, depende exclusivamente de cada uno. Si no se
puede encontrar una motivación en el trabajo, el aburrimiento será inevitable
y en estos casos no hay diferencias entre sacar fotocopias o ser ministros.
El tedio
laboral aparece una mañana y desde ese día se
convierte en un compañero inseparable. Esta sensación de hastío laboral lo he
denominado “el síndrome del lunes por la mañana”, que en los casos más críticos
podríamos denominar también como “el síndrome del domingo después de comer”. Estamos
en la primera fase si tenemos obsesión por apurar los últimos cinco minutos antes
de irse a dormir el domingo; en la segunda fase, se comienza con tener
nostalgia por la libertad de los fines de semana y las vacaciones. La tercera
fase se caracteriza por añadir a la etapa anterior imágenes desagradables del trabajo: el jefe
arrogante, el compañero trepa… Yo las he pasado todas.
Con
semejante panorama es difícil llegar ilusionado y motivado a la oficina después
de despertar.
Los psicólogos
describen el aburrimiento en el trabajo como un estado emocional de
insatisfacción que no radica solamente en el tipo de actividad que se realiza,
sino, sobre todo, en la satisfacción que produce realizar ese trabajo y en la
percepción que tenemos de él. Del mismo modo que la ilusión me hace sacar
fuerzas y trabajar muchas horas sin cansarme, el aburrimiento me agota antes de
empezar a trabajar. Hay tareas monótonas, repetitivas, mecánicas, cuya propia
naturaleza podría explicar mejor la sensación de monotonía pero, sin embargo,
el aburrimiento nace muchas veces de la sensación de estar estancada, de perder
el tiempo en algo que no me interesa o en lo que no creo, pero a lo que estoy
atada para pagar las facturas.
Mi empresa y más
concretamente su manera de organizar el trabajo tienen parte de culpa, me
abonan al camino del cansancio. Mi ruta del aburrimiento está perfectamente
descrita: me he cansado porque no tengo una experiencia real de progreso y la
tarea a la que me dedico o no ha empezado aún o no tiene principio ni final definido.
Continuará....
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